A Zenaida Fernández le costaba aceptar quién era ella y cómo era su vida. Y, en su huida de esa realidad, buscó en la Nueva Era el amor que no había encontrado en la Iglesia católica. Probó en el reiki y en distintas religiones como el hinduismo, el sufismo o el budismo. Y fue precisamente en un templo budista cuando se encontró de pronto rezando el rosario, mientras experimentaba que Nuestra Madre la guiaba para encontrar finalmente el amor de su vida: Jesucristo.
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